
En estos tiempos que corren, leer Eloísa y los bichos nos permitiría empatizar un poco más con los inmigrantes, los otros, los diferentes. Desde la mirada del que emigra, los locales son los bichos raros, y es eso lo que siente Eloísa, la protagonista del cuento que narra en primera persona su experiencia cuando siendo niña emigró con su padre a otro país.
Eloísa se sentía diferente a todos sus compañeros de escuela, apenas se relacionaba con ellos y pasaba los recreos sola. Ni ella ni su padre tenían amigos y se perdían por una ciudad que les resultaba ajena. Pero, a fuerza de perderse, se encontraron y aprendieron a relacionarse y a disfrutar de su nuevo entorno.
Como la mayoría de textos de Jairo Buitrago, Eloísa y los bichos es un texto breve pero muy efectivo. Frases cortas donde no falta ni sobra ninguna palabra. Las ilustraciones del peruano Rafael Yockteng están llenas de colores, pero se trata de una paleta apagada donde empiezan dominando los tonos marrones, azules y grises.
Sus ilustraciones son sumamente detallistas y con cada lectura hay algo nuevo para ver. Logró crear un universo de bichos que lejos de ser angustiante, a pesar de ser insectos desproporcionadamente gigantes al lado de los dos únicos personajes humanos, arranca risas y sonrisas a sus lectores. Es también interesante observar cómo va cambiando la expresión del rostro de los personajes a medida que la felicidad se va haciendo un espacio en sus vidas. Una verdadera delicia visual.
Como dice en la contraportada: “Soy un bicho raro, lo reconozco”. Y una que es y ha sido inmigrante en distintos países, lo entiende. Quizás si todos fuéramos bichos raros al menos una vez en la vida, viviríamos en un mundo mejor, donde nosotros y los otros no seríamos tan distintos.
P.D. Lástima que esta maravilla de libro en Uruguay salga tan cara.