Hace ya algunos años, con motivo del 160 aniversario del nacimiento del poeta cubano José Martí, la editorial Amanuense publicó en forma de álbum ilustrado el poema “La niña de Guatemala”; la trágica historia de María García Granados que con apenas 18 años murió, dicen que de amor.
Este poema, desgarrador y cargado de nostalgia, conmueve todavía más por su carácter autobiográfico. José Martí llegó a Guatemala en 1877 y conoció a María en las tertulias que organizaba el padre de esta. Se enamoraron pero José, que entonces contaba con 24 años, ya estaba comprometido con la que luego sería su esposa, esa con la que regresó casado a Guatemala rompiendo el corazón de la joven María.
El poema es muy sencillo: tan solo nueve estrofas cortas, de versos octosílabos con rima consonante.
No resultaba fácil imaginarse un poema tantas veces recitado y musicado convertido en imágenes, pero la mexicana Paulina Barraza lo consigue con creces. Sus ilustraciones son conmovedoras y llegan al corazón por su simpleza y luminosidad. Con apenas unas líneas consigue transmitir en la figura estilizada de la niña de Guatemala su atractivo, su fuerza y su fragilidad al mismo tiempo. El personaje, vestido de blanco y con los pómulos sonrosados, destila pureza.
Sin embargo la figura oscura de José Martí, alto, delgado y elegante, irradia tristeza y seriedad.
Los lirios son un personaje más en la historia, su fragancia se escapa de las páginas y su colorido le da un halo de esperanza al poema, ilusión que poco a poco se marchita.
No obstante, la imagen más hermosa del libro, la que a mí más me ha conmovido, es esa María- Penélope que teje flores y espera al amado que como Ulises no regresa a buscarla sino a despertarla de su sueño de amor.
Es interesante que el poema no se publicara hasta 13 años después de la muerte de la joven, cuando ya el matrimonio de José trastabillaba y este fue capaz de dar luz a su verdad.
Esta obra creó un mito alrededor del final de María y de su relación con el poeta, leyenda que algunos desmintieron y que otros testigos corroboraron. Sea como sea, dio lugar a uno de los poemas de amor (¿o debería decir de desamor?)más hermosos que he leído; uno de sus versos, el más melancólico de todos ellos, lleva varios días resonando en mi cabeza: “la frente que más he amado”.