Inspirada en su propia vida, Judith Kerr escribió Cuando Hitler robó el conejo rosa como una forma de compartir su pasado con su hijo.
La familia de Anna, la protagonista del libro, al igual que Judith, tuvo que abandonar Alemania perseguida por el nazismo. El padre de Anna, un periodista reconocido, no tenía la simpatía del régimen nazi y antes de que Hitler subiera al poder se vio obligado a huir a Suiza.
Anna y su hermano, Max, abandonan su casa, sus amigos y todos sus juguetes, entre ellos, el conejo de color de rosa que pasa a ser la metáfora, desde mi punto de vista, no tanto de la infancia, como muchos consideran, sino de esa otra vida de comodidades que deben dejar atrás y que, por momentos, extrañan.
Esta obra, con el nombre del dictador en su título y una protagonista que comparte nombre con Anna Frank, puede hacer pensar que se trata de un drama con un final predecible, sin embargo, Cuando Hitler robó el conejo rosa nos deja un sabor más dulce que amargo, porque la mirada de su protagonista (la obra está narrada en primera persona) es muy positiva .
La Europa de entreguerras está de fondo y, como consecuencia, la represión y las penurias económicas, pero el tema pasa por otro lado. Esta novela nos habla de la dificultad de adaptarse a nuevas realidades (la familia transita de Suiza a Francia y, finalmente a Inglaterra), del desarraigo, pero también de las posibilidades que se abren ante el cambio: hacer nuevos amigos, aprender nuevos idiomas y ser cada día más fuerte.
Con un lenguaje directo que no cae en la sensiblería y unos personajes entrañables que flaquean como humanos que son, este libro debería ser de lectura obligada para todo niño o adolescente inmigrante.
No hay que esperar una novela de acción hilarante sino que nos hace transitar paso a paso por sus páginas siempre con una sonrisa.
Un obra que forma parte del canon de la literatura juvenil en Europa y que ojalá en Uruguay se vuelva a publicar.