Este libro llegó a mis manos no hace mucho, en un momento de mi vida en que vi a mis propios hijos reflejados en la historia.
Los personajes de este cuento son dos hermanos, un niño y una niña muy parecidos físicamente, pero contrapuestos en sus gustos y caracteres. Ella, más pequeña, es una niña miedosa, tranquila, a la que le gusta leer cuentos de hadas y soñar. Él es inquieto, aguerrido, le encanta jugar a la pelota y, cuando puede, molestar a su hermana. No tienen nombre, por eso podrían ser cualquier hermana y hermano.
Las disputas entre uno y otro son constantes hasta que un día la madre, de quien solo vemos un dedo furioso señalando hacia afuera, les pide enojada que se vayan juntos y traten de llevarse bien aunque solo sea una vez. En ese punto de la historia, no he podido evitar pensar en Max de Donde viven los monstruos y, por qué no decirlo, en mí misma.
Los dos hermanos, expulsados del hogar, terminan en un baldío lleno de basura sin ser capaces de aproximarse el uno al otro.
Será él quien encontrará el túnel y, llevado por la curiosidad, lo cruzará. Ella, asustada, lo espera pero, cuando ve que no regresa, se decide a traspasarlo y entonces se adentrará en un bosque mágico y tenebroso que envuelve al lector, un bosque en el que cada vez que penetramos, descubrimos algo nuevo. En sus imágenes encontramos continuas referencias a los cuentos clásicos, sobre todo, Caperucita Roja y Hansel y Gretel. Escondidos entre los árboles acecha el peligro en forma de lobos, jabalíes o lechuzas, pero también elementos que nos devuelven la tranquilidad: la casa de la abuelita, el hacha del leñador, una hoguera, las migas de pan que marcan el camino…
El texto es preciso y no sobra ni falta ninguna palabra pero, como en todos los libros del autor , las ilustraciones no tienen desperdicio y su desbocada fantasía hace las delicias de los más pequeños.
El narrador es omnisciente, pero sobre todo penetra en la conciencia de la niña ya que es de la mano de ella que transitamos por el bosque hasta encontrar al hermano convertido en estatua de piedra, momento en el que sus lectores infantiles quedan tan petrificados como el personaje. Por suerte, la protagonista de este cuento, a diferencia de Caperucita, avanza por el bosque desconfiada sin perder nunca de vista su objetivo: recuperar al hermano y, cuando lo consiga, se reconocerán en el otro y volverán juntos a casa, cómplices como nunca antes habían sido.
Ya hace más de 25 años que Anthony Browne publicó este libro álbum pero, como el buen vino, mejora con los años, o mejor dicho, con las lecturas, y sigue estando de rabiosa actualidad.