Hay historias que te golpean el corazón, historias a las que quedas enganchada por una especie de anzuelo emocional y que la marea de la memoria te las devuelve cuando menos te lo esperas. Así me sucedió con Mancala, de Natalia Porta, publicado por Gerbera Ediciones.
El Mancala es un juego africano, estratégico y de conteo, considerado por algunos el más antiguo del mundo. Al jugarlo se debe poner constante atención a cuántas semillas hay en cada espacio del contrincante y qué lugares podemos arrebatarle. Eso es lo que trata de hacer el protagonista de este conmovedor libro: no perder las posiciones que su padrastro va ocupando en el corazón de su madre.
Narrado en primera persona desde los ojos del niño, el pequeño lamenta no ser más el único amorcito de su progenitora y nos presenta al hombre que lo ha destronado como distante, antipático y muy celoso de su espacio.
Pero nada es tan blanco ni tan negro, y la relación se bandea del rechazo a la fascinación cuando el niño empieza a descubrir que ese señor que ahora duerme con su madre y que escribe cuentos, también le está aportando cosas, sobre todo, palabras que “están buenísimas” y que irán despertando en él el interés por la escritura.
El día que por fin se decide, temeroso, a mostrarle uno de sus escritos buscando la aprobación, recibe a cambio un latigazo: “volvé cuando tus cuentos realmente te los hayas inventado vos”. Nunca más se los enseñará pero no claudicará en su propósito y seguirá escribiendo y guardándolos en una caja junto a otro tesoros.
El punto de inflexión en la historia lo marca la muerte de la madre. La tristeza por la ausencia de la mujer que los unió les hará ser inseparables durante un breve tiempo.
Después, la historia nos presenta un enorme salto en el tiempo. El protagonista ya no es más”el pibe”, sino un hombre de sesenta años recordando a aquel que influyó de manera determinante en su vida.
La fuerza del texto no sería la misma sin las ilustraciones en blanco y negro con leves toques de color de Daniel Rabanal que le aportan al relato una nostalgia indescriptible.
Observen esta doble página para la que sobran las palabras.
Natalia Porta dedica su primer libro publicado a su esposo, el famoso escritor Mempo Giardinelli, y a su hijo Ignacio. Quizás por eso no podemos dejar de encontrarlos en los protagonistas, sumado a alguna que otra referencia intertextual como la que nos remite a El oso marrón.
Un libro para leer y releer, ver y rever, que nos llena de ternura y nostalgia y nos invita a volver sobre nuestro pasado para preguntarnos quién influyó en nuestras vidas para que seamos lo que hoy somos.