Con este título y sabiendo que su autora era Rocio Bonilla, debo decir que recibí al libro con muy buena predisposición. Por suerte, no me defraudó en lo más mínimo. Lo cerré y me dije: “Si eres mediadora de lectura, no puedes no tenerlo”.

La mamá de Lucas, el protagonista de este libro, es una gran lectora y mejor mediadora.
Su hijo se había empeñado en volar. Ya había probado todas las alas habidas y por haber, pero todos sus intentos habían resultado fallidos. Estaba de punta con Santa Claus, con las velas del pastel de cumpleaños y con el mundo en su totalidad porque su deseo nunca se hacía realidad, hasta que descubrió que leer también nos hace volar. Se volvió adicto y leyó, leyó y leyó sobre una montaña enorme de libros con los que viajó y descubrió nuevos mundos que ningunas alas le hubieran permitido conocer.
El libro está lleno de referencias intertextuales que nos transportan a grandes obras de la literatura infantil: El Principito, El libro de la selva o King Kong, entre otras. De este modo, las ilustraciones de Rocio, con una hermosa paleta en tonos pastel, nos hacen volar con Lucas y por momentos podemos percibir el aire fresco en el rostro sentados sobre esa gigante montaña de libros.
Finaliza la historia y nos esperan unas guardas de gorriones pintados a lápiz que son una delicia. Una cuidada edición de Algar de un libro que ya va por su cuarta edición.